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miércoles, 24 de agosto de 2011


Puedo ponerme cursi y decir que tus labios me saben igual que los labios que beso en mis sueños.
 Puedo ponerme triste y decir que me basta con ser tu enemiga, tu todo, tu esclava, tu fiebre, tu dueña. 
Y si querés también puedo ser tu estación y tu tren, tu mal y tu bien, tu pan y tu vino, tu pecado, tu dios, tu asesina. O tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra, a la orilla de la chimenea a esperar que suba la marea.
Puedo ponerme humilde y decir que no soy la mejor, que me falta algo para atarte a mi cama. 
Puedo ponerme digna y decir tomá mi dirección, cuando te hartes de amores baratos, de un rato, me llamas.
Y si querés también puedo ser tu trapecio y tu red, tu adiós y tu ven, tu manta y tu frío, tu resaca, tu lunes, tu hastío.
 O tal vez ese viento que te arranca del aburrimiento, y te deja abrazado a una duda, en mitad de la calle y desnudo.
 Y si querés también, puedo ser tu abogada y tu juez, tu miedo y tu fe, tu noche y tu día, tu rencor, tu porque, tu agonía.




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